domingo, 15 de mayo de 2011

Mi decepción me lleva al cabreo



Queda una semana para votar en estas elecciones, asqueada de los politicos que nos rodean, esta semana voy a dar un poco de caña a todos estos que se creen con todo el derecho a manipularnos en nombre de la democracia, llevo veinticinco años votando socialismo y me siento ruborizada, cabreada, decepcionada de los que ahora en Asturias se autodenominan socialistas, lo siento esta vez y mientras no se limpie a fondo no vuelvo a votar.
Os dejo un magnifico articulo que sale hoy domingo en lne


EDUARDO LAGAR Si, como dijo Stendhal, la novela es un espejo colocado al lado del camino, el sumario de la «operación Marea» es precisamente eso: un gran espejo que no sólo refleja una supuesta trama de contrataciones irregulares en la administración pública, sino también algunas de las sombras más vergonzantes de la Asturias que se adentra en el siglo XXI.

Este sumario, una obra enciclopédica de al menos 30.000 folios, coordinada hasta ahora por la juez Ana López Pandiella pero con brillantísimas aportaciones de varios autores (el grupo de Delitos Económicos de la Policía Nacional de Gijón, la inspección de Hacienda, los propios implicados a través de sus declaraciones?), puede leerse al modo trepidante del lector que se adentra en las páginas de «Crematorio», la novela de culto de Rafael Chirbes, una obra que para muchos es el mejor retrato de la España que convirtió el viaje utópico desde la dictadura a la democracia en una pringosa sopa de millones levantinos, cocinada con ladrillos y recalificaciones; que alojó del triunfo social en una mansión con la estrella de Mercedes sobre el tejado, animada por burbujas de jacuzzi y champagne, con el aterciopelado tacto de segundas esposas o inmortales putas del Este.

Nuestro «Crematorio», este apasionante sumario de la «operación Marea», aguijonea nuestras conciencias al igual que la obra de Chirbes, pero carece del fulgor hortera de la corrupción mediterránea, le falta el traje color marfil y la cadena de oro. Lo nuestro, sin dejar de tener esos momentos de gloria que da haber robado lo suficiente como para mandar arreglar un tacón a Gucci, no deja de ser una (supuesta) corrupción de medio pelo. Como de aldea perdida. Asturias pesa un 2,2 por ciento en el PIB español y las cifras de fondos públicos «distraídos» que se barajan hasta la fecha en el sumario de la «operación Marea» guardan más o menos esa misma relación matemática con los grandes escándalos de corrupción nacional. Somos lo que somos, incluso para lo malo. Con el Miró que tenía Juan Antonio Roca en el baño y dos sobras del botín de Marbella cubrimos la factura de la «operación Marea». Qué son, a estas alturas, tres o cuatro milloninos de euros (la cuantía que hasta ahora se sabe que se movió irregularmente por las cuentas de los imputados).

Los escritores, como en esa famosa foto de Nabokov cogiendo mariposas, suelen cazar lo que flota en el ambiente. Y sobre eso construyen. Chirbes edificó el mundo de «Crematorio» a partir de una alfombra ladrillos donde antes había una costa virginal, escribió sobre empresarios sin escrúpulos que vistieron hasta el cuello y perdieron para siempre el paisaje del Levante, su paraíso de la infancia. La juez López Pandiella encontró la raíz de su novela en manejos algo más modestos, los que rodean a los procesos administrativos. No deja de ser un tanto desmoralizador contemplar cómo en esta Asturias de los emprendedores que sucede al cadáver de la reconversión, el escándalo con el que hemos perdido la virginidad regional en asuntos de corrupción se sustenta en los suministros de la Administración. A base de vender sillas y mesas, mayormente. La querencia del asturiano por lo público parece tan arraigada que una y otra vez acudimos hipnotizados al mismo «tetu» para ordeñar los millones.

Pero eso, en términos literarios, es lo de menos. A los escritores les pasa lo mismo que a los periodistas: no hay temas intrascendentes, sólo hay redactores aburridos, dicen los maestros. Y la juez Ana López Pandiella y el resto de autores del sumario de la «operación Marea» son de todo, menos aburridos. El parecido con la novela de Chirbes -que recientemente ha convertido el canal Cuatro en una serie de televisión- no sólo estriba en el tema, la corrupción, sino que también está en la estructura del relato. En el sumario y en la novela se entrecruzan personajes y, entre todos, pintan un fresco que no sólo los retrata a ellos. También retrata, ojo, preocupantes aspectos de la Asturias que nos toca vivir.

Pero no nos pongamos trascendentales. Vayamos a Marta Renedo, sin duda el más chispeante personaje de esta novela-río que aún no ha desembocado. (El asunto sigue su curso en el Juzgado de instrucción número 2 de Oviedo). Los manejos de Marta Renedo, jefa de servicio de Procesos Administrativos en la Consejería de Administraciones Públicas, salieron a la luz pública el 24 de febrero de 2010 en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA, que destapó el escándalo en exclusiva. Desde entonces y hasta el levantamiento del secreto de sumario a finales de abril pasado, básicamente se sabía que había utilizado una empresa a su nombre, Implans Mounts, para desviar fondos del Principado, y también que había usurpado la identidad de tres mujeres para igual fin. Pero la publicación en primicia, en las páginas de este periódico, de las escuchas efectuadas por la Policía, ha perfilado un personaje de derrota almodovariana, al borde de un ataque de nervios, en cuyos teléfonos confluían turbios manejos económicos (los investigadores estiman que habría manejado dos millones de euros de procedencia indebida), pero también insistentes mensajes de la financiera Cofidis reclamándole impagos o del programa de Jaime Cantizano animándola a participar en un concurso; otros advirtiendo a su hija de que gasta mucho en móvil, conversaciones en la que pide a Gucci que le arregle un tacón, llamadas a otra tienda de marca inalcanzable para comprar un bolso de precio ídem, o discusiones con una operadora telefónica haciéndose pasar por la jefa de Consumo del Principado para que le devuelvan la «portabilidad» de su móvil.

Leyendo este sumario-novela parece que el torbellino no puede dar más de sí y hasta el propio personaje, en una grabación, maldice «el día en que se me ocurrió hacer toda esta mierda». Pero sí da. El lector empieza a alucinar cuando aparece en escena la empleada doméstica de Marta Renedo, que lo mismo la ayuda a ingresar cuatro euros para que no quede al descubierto una de sus cuentas bancarias, que le desea, ladina, que «limpie la cárcel con un plumero», y raja con su novio sobre el nivel de vida de la señora, quien «duerme en una cama de un millón». Al tiempo, la asistenta, muy cabreada porque le bajaron el sueldo tras descubrirse el tomate, escanea todo papel que cae en sus manos. Por lo que venga.

La novela de Marea es magnífica en sus contrapuntos. Si el mundo de Marta Renedo parece proveniente de una España de lunares, la del «dinero directo» (no en vano así se anuncia Cofidis), nadie esperaría poder encontrarse metido en esta trama (novelesca) al ex consejero de Educación José Luis Iglesias Riopedre, «el hombre al que se le da la vuelta y no cae un euro», decían pocos días después de su detención y encarcelamiento. El sumario de Marea, sin embargo, lo retrata hablando de negocios, despachando con Víctor Manuel Muñiz, de la empresa Igrafo, una de las implicadas en el caso. «Cabalgamos», le dice un Riopedre a Muñiz cuanto éste le informa de avances con la empresa de su hijo, la firma de estudios geológicos Geogal, que a su vez hace trabajos para una consultora que depende de Igrafo, que a su vez es uno de los suministradores hegemónicos de la Consejería de Educación. ¿Pero qué hace aquí metido el Consejero que antes fue fraile (dominico)? Los apasionantes diálogos de esta novela, literales transcripciones de las escuchas policiales, cuentan que los empresarios encontraron el talón de Aquiles del Consejero (la empresa de su hijo) y que los contratos a Geogal serían «la fuente» para conseguir «más ventas». Desde luego, el dilema moral que plantea la novela de «Marea» no puede ser más interesante: ¿se debe, se puede, hacer todo por un hijo?

Pero sigamos leyendo. ¿Qué es lo que guía al siguiente personaje de «Marea», María Jesús Otero, mano derecha del ex consejero en sus años en Educación? No queda muy claro. Es un enigma para el lector. Pero como personaje de la trama también resulta magistralmente construido. Es blanco y negro. Es como Riopedre, de raíz cristiana, de look parroquial, sin hijos, con una ONG que trabaja para África, de las que parecería que le das la vuelta y no cae un euro. Sin embargo, comparte con Marta Renedo una notable afición por el manejo del dinero, a tenor de la cantidad de cuentas bancarias o empresas que la Policía le ha encontrado. Aparece también retratada con una notable pericia en el manejo de los distintos procesos de contratación pero, desde luego, es menos chapucera que Marta Renedo, quien involuntariamente desató toda la tormenta por error. Otro golpe genial de los narradores. Renedo usurpó la identidad de una joven cajera gijonesa para abrir una cuenta en la que ingresar dinero desviado del Principado. Creía que se trataba de una jubilada que, al no tributar, era indetectable para Hacienda. No reparó en que las dos mujeres se llamaban igual, nombre y dos apellidos. Renedo eligió el DNI de la joven. Y, claro, la sirena empezó a sonar en los ordenadores de la Agencia Tributaria. Da la impresión de que a María Jesús Otero eso nunca le hubiera pasado. Ella, por las escuchas leídas, tenía un máster en contratación pública.