domingo, 13 de enero de 2013

Crecer feliz




Vivimos en una sociedad consumista, nuestros niños crecen con un bombardeo constante en medios de comunicación "comprar comprar comprar"".
Esta situación les hace confundir acaparar con bienestar.
Nos pasa también a los mayores, buscamos el equilibrio entre deseo material y posesión y esto hace que la vida se vuelva desgraciada si no logramos tener lo que deseamos.
Esto no ocurría en nuestra infancia, por lo menos en la mía  eramos felices con lo poco que teníamos, no veíamos vehículos por la carretera de nuestro pueblo, solo la mula del panadero a primera hora de la mañana; una vez que un tío mio vino de visita en un citroen fue casi el mayor acontecimiento de aquel año.
No nos encerrábamos en nuestra habitación o en casa a ver la televisión, no poseíamos juguetes de ultima generación, solo aquél único que nos habían dejado los Reyes. Corríamos  saltábamos  reíamos  llorábamos  pero al aire libre, ¡eramos libres! ahora son cautivos, cautivos del consumismo y los está haciendo crecer desgraciados. Y no es bueno que un niño crezca con rencor y envidia hacia el prójimo tan solo por bienes materiales, eso desembocará en un adulto que tendrá solo ansias de poder y autoritarismo
La foto que encabeza esta entrada habla de ello si os fijáis.  Está hecha por un cuñado del señor que nos acompaña, tener una cámara en los sesenta ya era un logro. El chico de las gafas lleva el chaleco de vaquero de mi hermano que aunque no se logra ver bien lleva una escopeta de juguete y el señor el sombrero, fueron sus reyes y lo compartía con los demás niños del pueblo para jugar a vaqueros y ladrones.


jueves, 10 de enero de 2013

Las verdades les ofenden


Negros nubarrones se ciernen si no cambia esta casta politica

Otra verdad de Luis Arias Argüelles, y las verdades no gustan en ciertos medios de comunicación, en pleno debate le cortaron la conversación porque no gustaba lo que estaba diciendo sobre los politicos.
Os dejo una entrada de su blog

Es dudosa la existencia de una justicia poética que castigue a unos a no conciliar el sueño por sus canalladas y a otros a malas digestiones por su desfachatez. Podría abrirse un debate muy metafísico. Aquí, sin embargo, nos conformamos con desear que esa justicia poética exista, y, en fechas como las presentes, resulta inevitable preguntarnos cómo habrán sido las digestiones de muchos cargos políticos que no renunciaron a la paga extra, aunque no tengan empacho en afirmar que fue justo y necesario quitársela a todos los empleados públicos. Tampoco tienen aturdimiento a la hora de cobrar canonjías y, en muchos casos, de arruinar la parte del erario público que administraron.
¿Alguna vez se habrán preguntado concejales, alcaldes , parlamentarios y demás cargos por qué se merecen más privilegios que el resto de la ciudadanía, cuando sus prebendas no provienen de la cualificación profesional ni de la excelencia en su gestión? ¿Puede haber algo más contradictorio que un político que se diga de izquierdas y que, al mismo tiempo, se considere casta privilegiada?

jueves, 3 de enero de 2013

Siento y pienso lo mismo Angeles





Ya no me siento un bicho raro, en este articulo me veo reflejada

  • Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
  • Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
  • Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
  • Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
  • También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.


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martes, 1 de enero de 2013


Las doce uvas de la suerte




Feliz Año Nuevo a todos los grandaleses de buena voluntad ¡haxa salú!

Dicen que los  precursores de las doce uvas de la suerte fueron un grupo de viticultores alicantinos que tras la buena cosecha del año 1909, y no sabiendo cómo colocar las uvas en el mercado – inventan  –  que consumirlas el día de Nochevieja traerá buena suerte a todo aquel que las tome. Es una de las historias que corren por internet al buscar el origen de la tradición de tomarlas con las campanadas, a mí es la que mas me gusta, mas creíble  ya que en esta sociedad casi todo se hace por negocio. Así que este año me he negado a comprarlas y consumirlas, después de todo lo que está pasando y nos están haciendo padecer no entro al juego. Mi hijo si que quería dar la bienvenida al nuevo año, pues con aceitunas que es lo único que hay en la estantería.