domingo, 14 de agosto de 2011

¡Matome el kiko!


Después de unos días de asueto y otros de muchos trabajos empezados y que ya era hora de poner punto y final he vuelto por estos lares. En primer lugar dar las gracias a los seguidores de esta humilde pagina. Voy hoy a contaros otra de mis historias, esta va en especial dedicada a "Trimbolera" ya que me ha preguntado por ella.
Algunos veranos después de que mi abuelo ya no tuviera "labranza" los pasaba en Sanzo, pueblín precioso de Pesóz. Allí también la familia materna se dedicaba a labores agrícolas, así que para disimular ante mi madre que quería ir a S. Juan le decía que en la carta (que casualidades de la vida siempre recibía días antes de la fiesta)mi prima pedía que si podía ir a echarles una mano a la "yerba".
No quiero alargar la historia, en este pueblo también me sucedió de todo, así que tiempo al tiempo.
Bueno, en esta casa las gallinas andaban sueltas por los alrededores la mayor parte del día, y tenían un kiko pequeño, (gallito) más malo que el hambre, no tenía otra afición que ir a picotearte las piernas, a mis primas y a mí nos tenía machacadas, cuando te veía salir por las escaleras, allá iba tomando carrerilla a tu encuentro, y ¡zaca! ya te ibas con el dolor y otro picotazo. A mí ya me tenía hasta las narices.
Una mañana, salía yo mirando a un lado y otro buscandole para esquivarle, nos ibamos a llevar las vacas al prao, así que llevaba conmigo una guiada. Bajé las escaleras y al llegar cerca de la entrada de la cuadra, ¡allí estaba el condenado encima del carro!, la primera victima mi prima Vidalina se le tiró a la espalda (debía de gustarle la carne desnuda, porque siempre iba a ella), la pobre empezó a gritar y se lo quitó de un manotazo, al ir a por su segunda victima (una servidora) se encontró que en un acto reflejo usé la guiada como palo de golf, el putu salio por los aires unos metros mas allá; el muy cabrito se levantó y todavía tenía agallas para ir de lado en mi contra(mas mareao que un pitu jejje). Pero claro toda esta acción fue vista por mi tía que había salido a la puerta a los gritos de mi prima, con las manos en la cabeza no tenía otra preocupación que el condenado pitu, -¡hay que matome el kiko!- su enfado era de ordago, su flamante pequeño gallo era mas importante que los picotazos en la espalda de su hija y mis piernas, y es que el susodicho era la nueva adquisición para el gallinero y había costado "unos cuartos"