jueves, 2 de diciembre de 2010

Nevar


Mi gata Matilda me lo predijo ayer, iba a nevar, se pasó toda la tarde lavándose las orejas, primero lamia la pata, para más tarde pasársela por las orejas, según mi suegra ese ademán era presagio de nieve. Hoy sobre las ocho y cuarto de la mañana empezaban a caer los primeros copos sobre Oviedo, según voy leyendo las noticias, todo el mundo asustado y rebotado por cuatro copos, ¡pero almacandidas si ahora no nieva nada! recuerdo las nevadas de niña, incomunicados muchos días, y peor lo pasaron en 1888, sino leer lo que sucedió según un articulo de La nueva España.

La monumental de los tres ochos (1888)

Durante décadas así sería bautizada la extraordinaria nevada ocurrida aquel año que finalizaba en tres ochos. Generaciones anteriores a aquella fecha no recordaban semejante volumen de nieve. La nevada se iniciaba el día 14 de febrero de 1888 y concluía el 29 del mismo mes; su pertinacia e intensidad arrojaron unas cifras de alturas desconocidas, pueblos de alta montaña, como Sotres o Pajares (pueblo), alcanzaron los cinco metros, otras referencias de pueblos más bajos como Orlé, Bezanes o Caleao (Caso) oscilaron entre los 2,25 a 2,50 metros; Felechosa, lugar de mi nacimiento, en Aller, 2,50 metros; Moreda, 1,40 metros.

El volumen de la nieve acumulada en los tejados de viviendas o cuadras obligó al espaleo dos o tres veces ante la amenaza de sus derrumbamientos.

Para dar una idea gráfica de aquella nevada tan tremenda, basta citar el hecho ocurrido con las brigadas de salvamento que accedieron al pueblo de Pajares, donde transitaron sobre sus tejados y únicamente alguna chimenea que sobresalía de ellos les hacía saber que caminaban sobre el propio pueblo.

La nevada de 1888 y sus trágicas consecuencias

A mediados de la década de los ochenta del siglo XIX, Asturias sufría una epidemia de cólera (1885) y otra de viruela (1888), que diezmaría significativamente su población; por no citar la endémica tuberculosis o el tifus. En esta pésima situación sanitaria y la pobreza secular de las zonas rurales, sobrevino la devastadora nevada de 1888, que tuvo sus primeras consecuencias en las comunicaciones con la Meseta, paralizando el tráfico ferroviario durante 12 días.

La compañía ferroviaria, ante el cariz de la nevada, movilizó todos los recursos humanos 250 obreros , pero sus esfuerzos resultaban estériles ante los continuos aludes que se producían. Por otra parte, las fortísimas ventiscas hacían inviable los propios trabajos de espaleo en las vías. De la fuerza de las ventiscas da idea el hecho de que introducían la nieve en el interior de los túneles hasta 70 metros, y así se dieron casos de algunos túneles atiborrados de nieve al recibirla por ambas bocas.

Ante los escasos resultados obtenidos por los trabajos de los empleados de Renfe, se incorporaron 900 soldados. Finalmente, el día 26 de febrero cruzaba Pajares el primer convoy, que había estado detenido en la estación de León desde principios de la nevada.

Tragedia humana

Las frecuentes avalanchas que se producían constituían una seria amenaza para los pueblos situados en la parte baja de la cordillera. En Nieves (Caso) una gran avalancha quedó a escasos metros del pueblo, lo que pudo haber sido una gran catástrofe; menos suerte tuvo Pajares (pueblo), donde un alud arrasó varias viviendas originando la muerte a 16 personas ocho de ellas, niños.

En San Ignacio (Ponga), otro alud derribó una vivienda, causando la muerte a sus cinco habitantes; otros tres muertos por derrumbamientos se producían en Tineo, Somiedo y Caso.

Catástrofe económica

La nevada originó una catástrofe sin precedentes; centenares de viviendas, cuadras y hórreos se hundieron total o parcialmente. Las pérdidas de vacas, ovejas, cabras y caballos fueron por millares. Reflejamos a continuación los datos relativos a dos concejos, Peñamellera y Cabrales.

Los datos del pueblo de Sotres (Cabrales) son estremecedores: 105 casas y establos destruidos total o parcialmente, 78 vacas, 517 cabras, 703 ovejas y 10 caballos muertos o desaparecidos.

La tragedia no finaliza con la pérdida de vidas o la destrucción de viviendas y la cabaña ganadera diezmada; las frecuentes avalanchas arrastrando cantidades ingentes de tierra y árboles convirtieron las vegas, prados y pumaradas en auténticas escombreras y pedregales, con la consiguiente aniquilación de cosechas y frutales que empobrecen aún más, si cabe, a los habitantes de las zonas afectadas.

Para tal desastre la Diputación Provincial volcó sus escasos recursos en ayuda de los damnificados. El presupuesto disponía de un capítulo denominado «Calamidades», dotado de 400 pesetas, dedicadas exclusivamente para la emergencia. El Gobierno central envió ayudas que oscilaban entre 300 hasta 1.500 pesetas a los municipios más afectados y su distribución se otorgaría mediante comisiones creadas para el caso.

Cesó de nevar el 29 de febrero, pero a este alivio siguió la zozobra y el pánico al temido deshielo. Afortunadamente, las condiciones climatológicas no lo propiciaron, hubiera sido el colmo a tanta desgracia que sufrieron miles de asturianos en aquel funesto 1888.

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Publicado en el diario asturiano La Nueva España, el 21-03/2002 por Pedro Rodríguez Cortés.

5 comentarios:

Xibeliuss dijo...

:) Al final va a ser verdad: ya no nieva como cuando nuestros mayores eran niños.
Cinco metros de nieve ¡Qué barbaridad!
Saludos

El chapras dijo...

Los que somos de montaña,en este caso de Ibias,cuando caen 4 copos aqui en Oviedo y vemos los jaleos que se montan nos da la risa,y que me perdonen,pero 3 cm. de nieve no perjudican mucho,lo que si es para preocuparse,es cuando hay 50 cm. y tienes que ir a trabajar.Lo malo es que aqui por lo que parece nadie les explico que, cuando nieva aunque sea poco,el coche en casa si no que no quede mas remedio,pero no,si vamos en coche al bar de la esquina todos los dias,cuando hay nieve queremos ir tambien en coche.

XuanRata dijo...

De vez en cuando está bien recordar para poner cada cosa en su sitio. Y la nieve está donde debe estar. El problema tal vez reside en que este como otros fenómenos meteorológicos se han convertido en elementos extraños en nuestras vidas tecnificadas. Pero en el fondo, ¿a quién no lo gusta ver nevar?

elvencejodemieresduerme dijo...

Hola estimada Casía!:

Me ha encantado este último post de la nieve...cómo lo empiezas y como lo desarrollas¡estupendo!.No sabía lo de la gran nevada de 1888,sí que había habido desgracias,pero no tan detallado¡tiempos difíciles aquellos!¿verdad?

Me he acordado de ti porque fuiste no sé si la primera o una de ellas que me comentaste un post en mi Trasgu de Mieres y eso es como el primer amor,nunca se olvida,gracias.

He venido a verte para felicitarte las Fiestas y desearte un Año Nuevo pleno de salud,amor y prosperidad junto a tus seres amados.
Me dirás que todos los años se desea lo mismo,pero¿qué perdemos con desear para nosotros y para los demás?nada;quizá,mejorar las cosas ya que se dice que los buenos sentimientos siempre trae más malo que bueno.

Un besín.
¡Muak!

Anónimo dijo...

Casía, Zorionak eta urte berri on!

¡Felicidades y próspero año nuevo!

Un abrazo.